sábado, 10 de agosto de 2013

La relación jurídica y sus elementos



En el día a día, participamos de innumerables relaciones con las personas y las cosas que nos rodean. Así, tenemos relaciones amicales con las personas cercanas a nosotros; relaciones amorosas con nuestras parejas y relaciones propietarias con nuestras cosas, entre otras. Sin embargo, cuando nos acercamos a comprar en una tienda también creamos una relación: la relación jurídica. En este caso, se está estableciendo un contrato de compra-venta con la despachadora de la tienda.
La relación jurídica se diferencia de las otras, porque esta se encuentra regularizada por el derecho. Es decir que esta relación tendrá efectos y consecuencias jurídicas, como en el caso de la compra-venta, una vez que se cancele el pago del bien solicitado la propiedad del mismo pasará de la despachadora al comprador. La relación jurídica cuenta con elementos indispensables que procederemos a mencionar y conceptualizar.

Elementos

a)      Vínculo jurídico: Un vínculo es la unión inmaterial que relaciona a dos o más personas. El vínculo jurídico también une a dos o más personas (sean naturales o jurídicas) y además crea efectos jurídicos entre ambos. Cuando dos sujetos jurídicos se relacionan inmediatamente ocupan posiciones contrapuestas en que ambas poseen diferentes derechos y deberes. Este vínculo es normalmente de doble reciprocidad, es decir los derechos y deberes se imponen en ambas partes de forma simultánea.

b)      Los sujetos: Son cada una de las partes que mantienen el vínculo jurídico. Aunque son necesario un mínimo de dos, su número puede ser mayor. Los sujetos jurídicos son todos aquellos entes a los cuales la norma jurídica le imputa derechos y deberes. Aunque Sessarego  fundamenta que solo la persona es sujeto de derecho: antes de nacer (concebido), en forma individual (la persona per se) o colectiva (personas jurídicas y agrupación de personas no inscritas). Sin embargo, aun cuando la opinión de Sessarego es muy plausible, hemos de recordar que para evitar los errores conceptuales la persona es considerada una “especie” dentro del género de “personas jurídicas” y no son tomados como términos sinónimos. Además, que la persona per se puede hacer goce de todos sus derechos civiles mientras que las otras tres personas jurídicas cuentan con esta capacidad de forma limitada.

c)      El objeto: Los objetos jurídicos son todas las realidades corpóreas o incorpóreas sobre las que recae el interés en una relación jurídica. Es decir, todo sobre lo que se exterioriza el poder del sujeto jurídico. Los objetos de derecho por excelencia son los bienes: todo aquel objeto que tiene una utilidad económica y  sobre el cual puede desenvolverse la apropiación humana. Por ejemplo, el aire, la luna o el sol no pueden ser objetos de derecho ya que sobre ellos no puede recaer la apropiación humana. Sin embargo no solo los bienes pueden ser objetos de derecho, sino que también las acciones y omisiones del ser humanos pueden entrar dentro de este rubro. Por ejemplo, cuando una persona se compromete a hacer algo, esta acción es objeto de una relación jurídica.

d)     El hecho jurídico: Este es un suceso que tiene relevancia en el derecho. Es, además, el factor desencadenante de la relación jurídica. El hecho jurídico (abarcando en este caso al acto jurídico y no tomándolo en su sentido estricto) no necesariamente implica la participación activa del ser humano.

e)      La norma: Es el agente creador de la relación jurídica. Sin una norma que regule una relación social esta no puede ser considerada jurídica.


Estos son los cinco elementos esenciales para la existencia de una relación jurídica y dado que nosotros nos vemos inmersos en ella varias veces al día es de vital importancia que conozcamos los alcances de la misma. 

martes, 6 de agosto de 2013

El sostén de la familia



El sonido de las suelas de los zapatos al golpear con el parqué – ¿marrón o crema?, ya no lo recordaba- lo despertó. Abrió lentamente los ojos solo para encontrarse con la indistinta oscuridad que lo rodeaba. Rápidamente estiró el cuello, los brazos y las manos lo más que pudo. Sintió en cada palma de la mano y planta del pie el frío de las hoscas paredes; no le importo y siguió estirándose un rato más. El pitido de la tetera cortó el matutino estiramiento y le informo que su bella esposa ya debería estar preparando el desayuno. Las paredes sin ventanas no fueron impedimento para que un dulce olor a miel reemplazara, por un momento, el enrarecido aire que lo envolvía. Imagino los suculentos manjares que las hábiles manos de su esposa prepararían en ese momento:  la figura circular y chata de los endebles “pancakes” los cuales, al contacto con la lengua y saliva del comensal, se licuaban formado una masa de delicioso sabor agridulce  brindado por aquella ambarina crema de receta casera con la que su esposa los acaramelaba. No importaba cuantos años pasarán ese sabor era inolvidable… Pero, pronto, el olor dulzón desapareció y la humedad y el moho empezaron a heder el ambiente. El traqueteo de la escalera le informó que sus dos hijos habían despertado y bajaban a toda velocidad hacia el comedor, donde su esposa ya debería haber distribuido los platos –ese juego de porcelana blanca o, quizá, celeste que les habían regalado en su boda-  en la mesa central. Un descolorido murmullo empezó a bajar, en lo que pudo suponer era una rutinaria conversación familiar. Pero, extrañamente, la intensidad de los murmullos fue aumentando hasta convertirse en un griterío infernal del cual solo pudo rescatar algunas palabras, tales como “falta”, “padre”, “soledad”. Un portazo significó el fin del griterío y el silencio prontamente se hizo dueño de la casa. La casa quedó muda hasta que el sonido de dos pies que se arrastraban a pocos metros de su cabeza rompió con este. Alargando el cuello, en un intento estéril de escuchar con más claridad, pudo percibir un débil gimoteo femenino que solo fue predecesor de un doliente llanto lleno de desconsuelos y lamentos; y entre los quejidos distinguías las mismas palabras de antes más la de “esposo”. Por primera vez sintió la necesidad de separarse de aquella granítica columna que soportaba con el peso de su espalda: intentó moverse pero todo el edificio tembló. Asustado se detuvo y, lleno de impotencia, lloró mientras condenaba el no ser algo más que la base del hogar, algo más que el sostén de la familia.

miércoles, 31 de julio de 2013

Invitaciones Literarias : El proceso - Kafka y una ligera interpretación de la parábola de la Ley

Tiempo de lectura: una semana                    Nota escrita después de un día de terminar el libro

Atravesar por un proceso judicial en el Perú es insufrible para muchas personas. Desde los pésimos establecimientos en los que uno se ve obligado a visitar para hacer los trámites correspondientes, la lentitud de los encargados hasta la inutilidad –sospechosa- de muchos abogados y jueces. Todo esto hace renegar al procesado y a lamentar la suerte de haber tenido que nacer en un país donde el viaje jurídico a la justicia se hace a través de un laberinto. Esta situación lleva a preguntar si es que existe un país con un sistema peor que el nuestro; bueno, pues, para ínfimo consuelo de muchos procesados sí existe uno peor, mucho peor. En realidad no es un país y, probablemente, no sea tampoco real, pero Kafka nos muestra una situación que comparada a la nuestra se ve aún mucho peor. Yo me imagino a un infeliz acusado esperando eternamente que avance una cola inmóvil y  quien por casualidad empieza a leer El proceso. No imagino que poco menos que una sonrisa esboce al leer las torturantes peripecias que tiene que pasar Josef K. para conocer si quiera porque ha sido acusado o al notar que al menos dentro de donde él se encuentra no se respira una aire enrarecido que marea a los condenados visitantes.
La novela inconclusa de Kafka nos presenta una situación surrealista: Josef K. ha sido acusado y su proceso ha comenzado. Una mañana despertará y se verá hacinado en su propio hogar por fuerzas de un desconocido tribunal que le explicarán su situación, aunque sus palabras solo siembran más dudas. ¿Por qué está siendo acusado Josef K.? Él no lo sabe y los miembros del tribunal no se lo dicen quizá para contribuir con el secreto de la misma o quizá porque tampoco lo saben. Ante esta situación comienza la travesía de K para encontrar justicia o, al menos, para salir de la ignorancia. Visita tribunales escondidos en callejones alejados, contrata a abogados que parecen saber menos de la “nueva justicia” que Josef K. y hasta se entrevista con confidentes de los jueces: hace todo esto para salir airoso de su acusación. Sin embargo, la victoria va perdiendo gravedad al transcurrir las hojas y el tiempo de Josef K. Más de un año lleva en la primera instancia de su proceso y además de los problemas que esto acarrea en su vida laboral no ha visto mayores resultados; y lo que es peor, todo el mundo parece saber de la existencia de este tribunal y del proceso de Josef, pero nadie sabe por qué lo están acusando. Nadie lo sabe o nadie lo dice.
La obra nos muestra a una persona exitosa, inteligente y calculadora que parece sobrellevar el proceso, a pesar de las molestias que  esto lleva, de una manera altiva. En uno de los fragmentos del que parece ser el último capítulo Josef K. es arrastrado por dos hombres a través de la noche, lo llevan lejos y aun cuando existe un inminente peligro K no puede dejar de preguntarse si es que alguna vez conocerá los Grandes Tribunales y los Grandes Jueces que los dirigen. No creo que Kafka haya decidido dejar inconclusa esta obra, pero -y debido a como se lleva la obra-, creo que, irónicamente, Kafka sí pensaba en dejar inconcluso el proceso de Josef K.

La parábola de la Ley

Dentro de la obra inconclusa de Kafka, se nos presenta una parábola (visitar la entrada anterior para ver la parábola completa) que a modo de pseudo enseñanza un sacerdote le cuenta a Josef. En ella un campesino se acerca a la Ley que es custodiada por un guardián y el cual le dice que no puedo permitirle la entrada y, además, dentro del cuarto se encuentran otros guardianes similares, uno más terrorífico y poderoso que el anterior. El campesino se cohíbe y no ingresa, quedándose sentado al lado de la puerta durante toda su vida. Los años pasan y cuando el campesino está a punto de fallecer, le pregunta al guardián por qué él ha sido el único en acercarse a buscar la Ley y por qué no se ha acercado nadie más. Viendo que el fin de la vida del campesino está a punto de extinguirse, el guardián le revela que esa puerta estaba hecha solo para él.

La parábola se puede interpretar de muchas maneras, desde el reemplazo de la figura de la Ley por la de la felicidad que nos puede llevar a ver esta parábola como una metáfora de la búsqueda de la misma y donde el guardián son las dificultades que todos debemos enfrentar y superar, ya que de lo contrario nos quedaremos ad portas de la misma y moriremos sin conocerla como le pasó al campesino con la Ley. O, también, se puede ver como los mismos funcionarios de la Ley son los que impiden que este conocimiento llegue a todas las demás personas, porque ni ellos mismos la conocen a plenitud o porque le temen. Y así se pueden apreciar muchas interpretaciones (dentro de la novela, el sacerdote y Josef también discuten acerca del significado de la parábola). Sin embargo, aquí intentaremos darle una interpretación como descripción del mismo proceso de Josef. Recordemos que Josef no conoce cómo funciona la “nueva justicia” que tiene jurisdicción sobre su proceso y que cuando él se acerca a intentar conocerla es rechazado por los mismos funcionarios. Su propio abogado no le explicó en ningún momento de que trataba su proceso o como debía llevarlo, la única información que obtuvo de la “nueva justicia” fue gracias al pintor. Bueno, él mismo Josef podría reemplazar al campesino que prohibido por los guardianes de la ley se ve impedido de llegar a ella, de llegar a conocerla. La personalidad de Josef nos hace pensar que probablemente él no se detenga ante estos impedimentos y los afronte para así conocer la Ley, pero en el fragmento del episodio final se ve que Josef, al igual que el campesino, espera de forma pasiva al fin de su proceso que no llega, sino con su muerte. ¿Por qué se le impide a Josef que llegue a una puerta que estaba destinada para él? Por lo mismo que muchos de nosotros no “atravesamos” lo que sabemos que es para nosotros (si el campesino no sentiría que esa puerta era para él nunca hubiera llegado), por el miedo que tenemos a lo que no conocemos. Probablemente, el guardián y el campesino no sean dos personas diferentes, sino solo dos fracciones diferentes de la personalidad de una misma persona: la curiosidad y el deseo frente al miedo. Lamentablemente, para los sueños de muchos de nosotros el miedo siempre se ve más terrorífico y el sufrimiento siempre es más fácil de imaginar y exagerar que el sentimiento de grandeza. Frente al temor de lo desconocido, nuestra curiosidad y nuestro deseo esperan… y esperan hasta extinguirse. 


Recomendable: Aunque es una novela inconclusa no podemos pensar que esta fuera del nivel del genio ruso kafkiano. Algunos pasajes pueden llegar a ser lentos, pero en general es muy entretenida aunque se necesita extrema concentración para no perder ningún detalle que nos pueda llevar a comprender el proceso. Un dato adicional: Es bueno para un abogado ya que lo hará sentir la frustración de sus representados y la forma en que estos lo ven, de vez en cuando...de vez en cuando.  

Ante la Ley - Kafka

Hay un guardián ante la Ley. A ese guardián llega un hombre del campo que pide ser admitido a la Ley. El guardián responde que ese día no puede permitirle la entrada. El hombre reflexiona, y pregunta si más adelante podrá entrar. "Es posible", dice el guardián, "pero no ahora". Como la puerta de la Ley sigue abierta y el guardián está a un lado, el hombre se agacha para espiar. El guardián se ríe y le dice: "Fíjate bien: soy muy fuerte. Y soy el más subalterno de los guardianes. Adentro no hay una sala que no esté custodiada por su guardián, cada uno más fuerte que el anterior. Ya el tercero tiene un aspecto que yo mismo no puedo soportar". El hombre no ha previsto esas trabas. Piensa que la Ley debe ser accesible a todos los hombres, pero al fijarse en el guardián con su capa de piel, su gran nariz aguda y su larga y deshilachada barba de tártaro, resuelve que más vale esperar. El guardián le da un banco y lo deja sentarse junto a la puerta. Ahí, pasa los días y los años. Intenta muchas veces ser admitido y fatiga al guardián con sus peticiones. El guardián entabla con él diálogos limitados y lo interroga acerca de su hogar y otros asuntos, pero de una manera impersonal, como de señor importante, y siempre acaba repitiendo que no puede pasar todavía. El hombre, que se había equipado de muchas cosas para su viaje, va despojándose de todas ellas para sobornar al guardián. Éste no las rehúsa, pero declara: "Acepto para que no te figures que has omitido algún empeño". En los muchos años el hombre no deja de mirarlo. Se olvida de los otros y piensa que éste es la única traba que lo separa de la Ley. En los primeros años maldice a gritos su perverso destino; con la vejez la maldición decae en quejumbre. El hombre se vuelve infantil, y como en su vigilia de años ha llegado a reconocer las pulgas en la capa de piel, acaba por pedirles que lo socorran y que intercedan con el guardián. Al fin se le nublan los ojos y no sabe si éstos lo engañan o si se ha oscurecido el mundo. Apenas si percibe en la sombra una claridad que fluye inmortalmente de la puerta de la Ley. Ya no le queda mucho que vivir. En su agonía los recuerdos forman una sola pregunta, que no ha propuesto aún al guardián. Como no puede incorporarse, tiene que llamarlo por señas. El guardián se agacha profundamente, pues la disparidad de las estaturas ha aumentado muchísimo. "¿Qué pretendes ahora?", dice el guardián, "eres insaciable". "Todos se esfuerzan por la Ley", dice el hombre. "¿Será posible que en todos los años que espero nadie haya querido entrar sino yo?". El guardián entiende que el hombre se está acabando, y tiene que gritarle para que le oiga: "Nadie ha querido entrar por aquí, porque a ti solo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla".

Franz Kafka (1883-1924)

martes, 30 de julio de 2013

De Roberto a Boby: la universalización del desprendimiento de la identidad cultural en un personaje de Ribeyro



«Yo no juego con zambos» fueron las palabras que Queca le dirigió a Roberto –cuando aún se hacía llamar así- y que motivó en él los profundos cambios que lo llevarían a alejarse de su identidad en el cuento Alienación de Julio Ramón Ribeyro. En este cuento del genial autor barranquino se narra las peripecias que afrontó el mencionado zambo Roberto López cuando, motivado por el desplante de la mujer objeto de sus deseos amorosos, decidió desprenderse de su legado cultural, lingüístico, su vestimenta y hasta de su nombre (el caribeñísimo nombre de “Roberto” fue reemplazado por un, más acorde con lo que él quería, hollywoodense Boby) para parecerse más a aquellos que, él creía, tenían mayores favores de parte del sexo femenino y, en especial de Queca: los “gringos”. Lamentablemente, su rápido cambio no generó los resultados que esperaba y no motivó un cambio en la dirección de los afectos de Queca, los cuales eran recibidos por un irlandés –un verdadero gringo- de nombre Billy Mulligan. Pero los cambios ya habían comenzado y aunque había perdido la primera batalla frente a los gringos, Roberto/Boby no perdería la guerra. Así que,  no contento con el cambio radical que ejerció sobre su persona, decidió probar suerte e irse al país de sus sueños y de sus tormentos a intentar conseguir “el sueño americano”. Una vez ahí, dándose cuenta que pintando su cabello y aprendiendo un sumario repertorio de frases en inglés no era aceptado en aquella nueva sociedad, se dispone a borrar su nacionalidad. Por ello se decide a  participar de la guerra de Vietnam vistiendo un uniforme norteamericano, porque así, luego de un año de defender los valores de los United States of America, el Gobierno gringo le prometía otorgarle la nacionalidad norteamericana. Boby vio la oportunidad justa para cumplir su más deseado sueño: borrar todo indicio de origen peruano en él. Adiós al incaico DNI y hola a la green card.   ¡Pobre Boby! Conoció la muerte antes que el Tío Sam pueda recibirlo como un autóctono sobrino más. Un entretenido relato de final trágico que nos presenta una situación bastante cómica.
Sin embargo, ¿qué tanto de real puede tener este proceso de desentendimiento con lo propio? ¿A cuántos “Robertos López” hemos vistos representados en algunas de las personas con las que convivimos? ¿Por qué sucede esto? Y, mucho más importante: ¿Qué puede hacer el Gobierno para evitar esta falta de apego a la herencia cultural?
El presente ensayo mostrará el proceso mediante el cual se da el desapego de lo propio siguiendo la ruta que traza Roberto López en Alienación. Desde la perspectiva del personaje riberyano podremos observar como sus cambios se ven reflejados y repetidos en la sociedad peruana contemporánea; además, ensayaremos una posible razón a este hecho y, a la vez, posibles medidas que se podrían implementar para detenerlo.


«Pelo planchado y teñido, blue-jeans y camisa vistosa, Roberto estaba ya a punto de convertirse en Boby.»[1]
En los círculos literarios se cuenta una anécdota sobre el escritor Abraham Valdelomar: El Conde de Lemos ya era un reconocidísimo y extravagante personaje de la socialité peruana cuando en 1912 viajó a Roma para ejercer un cargo político por encargo del presidente Billinghurst. Vestido con un impecable terno negro, camisa blanca, zapatos de cuero negro bien lustrados y un sombrero bombín sobre la crisma se embarcó en el Ucayali, barco de vapor que lo llevaría a Roma. Estuvo residiendo en la capital italiana, aproximadamente, dieciocho meses, cuando –ante el derrocamiento de Billinghurst por el general Oscar. R. Benavidez- renuncia a su puesto y decide volver a Perú. Varios de sus amigos y chismosos se acercaron al puerto de Callao el día que estaba previsto el arribo de su barco. Esperaron pacientemente hasta que la figura del escritor iqueño apareció por el estribor del buque. No podían ocultar su sorpresa: del tradicional guardarropa de Valdelomar (compuesto por prendas negras en su mayoría) no quedaba nada. Por el contrario, el europeo Valdelomar vestía pantalones de lana grises claro (“casi plateados”, por los más exagerados), camisa celeste de mangas largas y sin saco; sus zapatos eran de un material que pronto se harían muy populares en el Perú, pero que en ese entonces casi nadie utilizaba: charol. Pero ninguno de estos era la mayor afrenta al vestuario aristocrático común peruano, sino que la mano con la que saludaba a la multitud estaba cubierta de tela en forma de guante. Los amigos de Valdelomar creyeron que había perdido la cabeza, creyeron que luego de poco más de un año en el Viejo Continente se sentía más de allá que de acá; felizmente para ellos sus temores fueron rápidamente disipados. Unas pocas palabras con el escritor y todos se dieron cuenta de que lo único que había cambiado en él, eran las ropas que lo cubrían: Valdelomar seguía siendo el mismo estrafalario provinciano que había llegado a Lima en busca de un nombre.
El vestuario que utilizamos nos representa y dice algo de nosotros a las personas que nos rodea: no tardaríamos en señalar como alguien precedente de la Sierra si viéramos a una persona que viste polleras, medias altas o chullos; o en señalar a alguien representando a alguien precedente de la Selva, si viéramos a alguien vestido con una “cushma” (tela de una sola pieza que va desde el cuello hasta el talón. Una especie de toga utilizada por los ashaninkas) y, así mismo, en señalar como alguien precedente de la Costa a alguien vestido con shorts, polos cortos y lentes de sol. Acertados o no en nuestras primeras impresiones de las personas, la elección de la vestimenta que utilizan nos da una impresión acerca de quiénes son, de dónde provienen, de cómo son y sobre la cultura que tienen. Pero, ¿qué tan importante es la vestimenta en la expresión de la cultura? Bueno, según la doctora italiana Marcia Veneziani, la elección de la ropa es muy importante al momento de expresar nuestra cultura, ya que su elección no se da únicamente por cuestiones de comodidad o de protección ante el frío, sino que se da también para expresar ciertas cuestiones: «Nos vestimos por necesidad y también porque queremos decir algo. No sólo comunicamos con las palabras, también lo hacemos con nuestra indumentaria. Si afirmamos que la vestimenta es comunicación, concluiremos que esta también es expresión: que posee sus propios códigos de acuerdo con cada cultura[2] y que por lo tanto funciona también como transmisora de ideologías.»[3].
Cuando Boby es despreciado por Queca y toma la decisión de “convertirse en gringo”, comienza su transformación por verse como ellos. Empieza a cubrir su tez oscura con una sustancia a base de almidón, polvo de arroz y talco de botica. Aclara el color negro de su cabello con agua oxigenada y para copiar su forma de vestir empieza a merodear los clubes sociales donde ellos se reúnen. Su investigación no tarda en dar resultados y descubre que los gringos visten con blue-jeans, correas anchas con gruesas hebillas y camisas delgadas a flores o con rayas verticales. Boby invierte todo el dinero que tiene en cambiar su closet y empieza a vestirse como sus modelos norteamericanos. Este cambio fue tan profundo y tan arraigado que Boby se negó a ponerse su mameluco habitual para ir a trabajar por lo que fue despedido: no le importó.
¿En dónde reside la diferencia entre la adopción del estilo europeo por parte de Valdelomar y la adopción del estilo norteamericano por parte de Boby? En que el cambio de Valdelomar fue motivado por una grata impresión que se llevó del ajuar italiano y tenía como único fin verse diferente; mientras que el cambio de Boby era motivado no por el deseo de verse diferente, sino de ser diferente. Mientras que Valdelomar quería cambiar su forma de vestir sin cambiar la persona que era y que se encontraba dentro de un entorno que le resultaba agradable; Boby quería cambiar quien y cambiar, además, el entorno en el que se encontraba. Comenzar a vestirse como un gringo fue su primer grito de rebeldía frente a una cultura que le resultaba ajena. Él no quería ser peruano y por lo tanto no quería verse como uno.
Hoy en día no existe mucho oferta de marcas peruanas, aunque cada cierto tiempo sale alguna imagen (un cuy “rasta”, una llama con lentes oscuros…) que es reproducida en muchos polos y que son considerados imágenes de la peruanidad. Estos generalmente son producidos por empresas extranjeras que -más que promover la cultura y la identidad- buscan llenarse los bolsillos. Es imposible pensar que todos los peruanos puedan vestirse con polleras, chullos o cushmas: el diferente clima presente a lo largo del territorio peruano lo prohíbe. Por lo tanto, en Lima se ve a una gran masa de gente (adolescentes en su mayoría, aunque también existen los adultos) vistiendo moda europea y, en mayor medida, moda americana. ¿Es esto un grito de rebeldía hacia una cultura que no sentimos propia? ¿Es esto una forma de comunicar a los demás que no deseamos ser reconocidos como peruanos? Pues la respuesta generalmente es no. Vestirse con marcas americanas no nos lleva a dejar de ser peruanos o a dejarnos de sentirnos como tales. Simplemente es la respuesta al estímulo que nos presenta la publicidad y lo que la globalización trae: así como aquí queremos vestirnos con polos de estampados de frases en inglés, en Inglaterra una empresa ofrece prendas con estampados de Macchu Picchu; y no por eso el inglés que vista eso quiera ser más peruano que hijo de la reina Isabel II. Como bien se menciona en el ensayo de Manuel de Jesús Salazar Tetzagüic: «Ninguna cultura es una entidad herméticamente cerrada. Todas las culturas están influidas por otras culturas y a su vez ejercen influencia sobre estas. Tampoco son inmutables o estáticas, sino que están en un estado de flujo continuo, impulsadas simultáneamente por fuerzas internas y externas»[4]. Sería imposible e ilegal denegar el acceso de cultura extranjera en el Perú, lo que sí debe evitarse es que la adquisición de ropa extranjera por algunas personas las lleve a mirar por encima del hombro a quien viste trajes autóctonos. Vistas seda egipcia o lana de alpaca, la sangre de todos los peruanos sigue siendo roja.

«En la cazuela de los cines de estreno pasó tardes íntegras viendo en idioma original westerns y policiales. Las historias le importaban un comino, estaba solo atento a la manera de hablar de los personajes.»[5]
La Universidad Mayor de San Marcos cuenta con un Centro de Idiomas que imparte clases en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas en la Ciudad Universitaria. Se enseñan las lenguas romance (el francés, el italiano y el portugués), el alemán, el inglés y el quechua. Uno al recorrer las aulas en horas de clase puede apreciar que por los idiomas europeos, los salones están casi copando su capacidad siendo el más colmado el salón donde se imparte el inglés. Imagen distinta ocurre en el que se imparte el quechua, un número de alumnos que para contarlos sobrarían dedos de una mano reciben clases de un profesor muy viejo. Alguna vez oí mencionar a una de las secretarias del Centro de Idiomas que no entendía el por qué seguían impartiendo el curso de quechua si nadie se matriculaba. Mientras se debate cerrar uno de los pocos cursos de quechua, el Británico y el Icpna inauguran nuevas sedes cada vez que pueden. La oferta y la demanda entre el inglés y el quechua son infinitamente diferentes; el interés de parte de los alumnos por aprender uno de estos idiomas por sobre el otro, también.
En 1954, la facilidad para acceder a cursos de inglés no era la conocida hoy en día por lo que Ribeyro tuvo que imaginar otra forma para que se su personaje aprendiera el idioma anglosajón. Perdido su trabajo, Boby deseaba encontrar otro. Como quería seguir aprendiendo a ser un gringo decidió que lo mejor era trabajar para uno: siendo mayordomo, chofer, jardinero o lo que sea. No importaba de qué, sino para quién. Lamentablemente, Boby podía haber cambiado su forma de verse y algunos ingenuos gringos podrían confundirlo con uno de ellos, pero bastaba que Boby hablara e hiciera notar la vibración de la “r” para que la ilusión que su ropa de marca le brindaba desapareciera. Comenzó intentando aprender el inglés de un diccionario, aprendió muchas palabras, pero aun así no sabía pronunciarlas. Necesitaba un profesor, pero no podía pagar uno. Desesperado, encontró la solución en el cine: el séptimo arte le permitía poder escuchar de la boca de los vaqueros, detectives secretos y demás personajes el inglés. Invirtió todo su tiempo libre y el poco dinero que le quedaba en entradas para el cine; poco le importaba la historia o ver una película por decimocuarta vez, lo que Boby quería era aprender a hablar como ellos. Pronto se memorizó algunas frases, algunos discursos y los saludos básicos. Se acercaba a los gringos e intentaba hablarles en inglés, al principio no lo entendían y pasaban de él, pero pronto fue perfeccionándose y ya podía intercambiar unas palabras con ellos. Pronto, Boby había echado el español de su boca y solo hablaba en inglés; aunque con sus padres utilizaba un odioso spanglish.
Boby ya había comenzado su alejamiento de lo peruano cuando decidió cambiar su forma de verse y, ahora, con el aprendizaje y exclusivo uso de la lengua inglesa establecía un muro idiomático a sus connacionales. No solo había aprendido el inglés para acercarse a los gringos, sino que –aún con un deseo superior- lo había hecho para alejarse de lo peruano.
Creer que todas las personas que llevan cursos de inglés lo hacen motivados por lo mismo que Boby es algo ridículo. La mayoría de estas lo hacen por temas laborales, educativos o simplemente por curiosidad, sin embargo, sí existen el tipo de personas que lo aprenden y utilizan este conocimiento para presentarse un rótulo de superioridad para con los que no hablan inglés. Es mucho más fácil escuchar enorgullecerse a alguien de poder leer The hunger games o Game of thrones en su idioma original que escuchar a alguien decir que él puede traducir los cantos quechua que aparecen en algunos de los libros de Arguedas. Y en eso reside lo lamentable del asunto: un quechua hablante no siente la misma libertad de poder expresarse en su idioma que sí siente un angloparlante.
Aún más lamentable que esta situación suceda en un país tan veces mentado como multilingüista como es el Perú. El multilingüismo es –según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española- la situación de coexistencia de varias lenguas o idiomas en un territorio nacional o regional. Hemos de recordar que no solo existen el castellano y el quechua en el Perú, sino que existen infinidad de lenguas en la Selva peruana que son más discriminadas y olvidadas que el quechua, tales como: las araunas o las jibaras.
¿Hace más peruano a uno aprender quechua frente a uno que aprendió el inglés? No, al igual que con la vestimenta, no te hará más peruano llamar urpi a una paloma en lugar de llamarla pigeon. Nuevamente, el error no reside en como hablemos ni en la forma en que nos vistamos, sino en la razón por la que lo hacemos. Si podemos ser como las miles de personas que aprenden inglés día a día y que cuando oyen a alguien hablar en quechua o aymara no le lanzan miradas despectivas o no contienen sus risas mientras señalan burlonamente como si estuviera viendo un extraterrestre o algo similar: eso está tan bien como ser aquella persona que está hablando quechua. La condenación reside en el desprecio que presuntos peruanos sienten al escuchar hablar quechua u otro idioma nativo del Perú, sepan hablar o no inglés. “Hablan como cholos” y “They talk like indians” son frases igual de despreciables.

«La ciudad los toleraba unos meses, complacientemente, mientras absorbía sus dólares ahorrados. Luego, como por un tubo, los dirigía hacia el mecanismo de la expulsión.»
En el primer ensayo de los siete que compendió José Carlos Mariategui en su famoso libro nos dice que la Conquista supuso un cataclismo que rompió la identidad del país a causa de la destrucción del sistema socialista en que se basaba su economía: «Rotos los vínculos de su unidad, la nación se disolvió en comunidades dispersas.»[6]. Una vez que la identidad autóctona que tenían los incas consigo mismos fue destruida e intentada de reemplazar por la española, es que la identidad empieza a convertirse en una deformada combinación de influencias extranjeras. El Virreynato ayudó a esta malformación, implementando una religión que los antiguos pobladores del Perú tuvieron que empezar a profesar como suya aun cuando la sentían lejana. La imposición del catolicismo cambio las formas de manejar la economía. Todo esto afecto, de manera directa a la sociedad, y, así, poco a poco, el país fue adoptando costumbres extranjeras. Convivían indios, españoles, mulatos y criollos que no se sentían identificados unos con otros. Cada uno de ellos tiraba para su lado, sin importarle el desarrollo del Perú como país. A mediados del siglo XIX, una embarcación llena de chinos culíes llega al Perú, y estos se unen al ya muy variado abanico de culturas que existía en el Perú. La guerra con Chile pareció ser la solución a este mal. Si algo bueno se puede rescatar de este encuentro bélico fue que por primera vez en mucho tiempo, los peruanos protestaban, peleaban y morían unos al lado de otros sin importarles el color de su piel o los rasgos de su rostro. Durante la guerra, todos empezaron a sentirse identificados como peruanos. Pero, luego de que la guerra terminó y la victoria chilena se impuso, los peruanos sintieron que su esfuerzo fue en vano y sintieron que su país no era lo suficientemente bueno. Con esto, se perdió toda identificación que algún peruano pudiese tener con su patria. El peruano al sentir que su país no había hecho más que decepcionarlo empezó a buscar su identidad en otros países que parecían ante él más desarrollados y más poderosos. La publicidad extranjera hizo lo suyo. El Perú es bombardeado con imágenes, películas y series de televisión que resaltan las bondades del modelo americano y europeo, películas donde el rubio, ojos verdes y angloparlante siempre vence y se queda con la chica. ¿Quién iba a preferir seguir una cultura de indios ignorantes invadidos por un español, quien incluso más ignorante que ellos, pudo vencerlos y doblegarlos, cuando podía seguir la cultura de aquel hombre musculoso que con el uso de una única pistola podía detener una conspiración mundial? Al igual que muchos otros adolescentes peruanos, Boby prefería lo segundo…
Una vez que hubo cambiado su apariencia y su lengua, a Boby solo le quedaba un paso para convertirse en un “gringo” más. Cambiar su entorno: abandonar el pictórico Perú y encaminarse hacia los Estados Unidos de Norteamérica. Junto con un amigo empezó a ahorrar dinero para irse al país del norte como turista y, luego, encontrar ahí algún trabajo o casarse con alguna gringa que le asegure la rápida adopción de la nacionalidad. Lo que Boby no previó fue que al igual que él, «todos los López y Cabanillas del mundo, asiáticos, árabes, aztecas, africanos, ibéricos, mayas, chibchas, siciliano, caribeños, musulmanes, quechuas, polinesios, esquimales, ejemplares de toda procedencia, lengua, raza y pigmentación y que tenían solo en común el querer vivir como un yanqui» y mucho menos pronosticó que el país estaría lleno de Quecas, que al igual que la versión peruana, lo discriminaría y haría poco más que intercambiar palabras con él. El zambo maquillado notó que al igual que él, en Perú, discriminaba a quienes no vestían ropa de marca gringa o no hablaban the universal language; en EE. UU., el objeto de las miradas despectivas y señalamientos burlones era él.
Boby, en ese momento de su vida, debió preguntarse por qué había llegado a ese punto. Si Boby se hubiera hecho esa pregunta, se habría terminado por responder que fue el rechazo de Queca lo que lo impulsó a convertirse en lo que no era; ese fracaso amoroso lo había llevado a imitar a alguien que no era por el simple hecho de creer que así le iría mejor. Boby se hubiera dado cuenta que él no admiraba a los gringos, sino que quería ser admirado por Queca: si hubiera sido un chino quien hubiera terminado por enamorar a Queca, Boby habría querido ser un chino; si hubiera sido un charapa quien hubiera terminado por enamorar a Queca, Boby habría querido ser un charapa; si hubiera sido un mulato como Roberto quien hubiera terminado por enamorar a Queca, un chino, un gringo y un charapa despechados habrían querido ser como Roberto. Boby se habría dado cuenta que un fracaso lo motivó a dejar de ser quien era. El mismo miedo que motiva a muchos peruanos a abandonar su identidad y empezar a enmascararla con ropas extranjeras, frases en idiomas lejanos y con actitudes de desprecio a quienes les recuerdan quienes son y de donde provienen. El adolescente peruano teme repetir los fracasos que durante toda la historia su ancestro peruano ha sufrido: fue conquistado y humillado por españoles, fue vencido y humillado por chilenos y, ahora, es conquistado y superado por casi todo el mundo; antes de enfrentarse a esta pesada mochila, el peruano prefiere huir y aparentar ser alguien que no es para elevarse por encima de quienes no temen afrontar al mundo como lo que son: peruanos. Cuando una comunidad no se siente orgullosa de donde proviene es cuando empieza a tratar de cubrir este pasado, si tendríamos en nuestro pasado más victorias que derrotas, más héroes que cobardes el peruano encontraría un muro en el cual poder recostarse y desde el cual proclamar su peruanidad.
Lamentablemente, Roberto Lopez nunca se hizo esta pregunta y nunca claudicó en su intento de ser Boby. Se alistó en el ejército norteamericano y su cabeza fue cazada por una bala en la Guerra contra Vietnam.

Conclusiones y recomendaciones
Como hemos mencionado líneas más arriba, el desapego a lo nuestro nace de la ignorancia de creer que por los errores pasados de nuestros ancestros estamos condenados a repetirlos. Este sentimiento de fracaso inminente es lo que nos lleva a despreciar nuestra identidad. Según el profesor Nonato Rufino Chuquimamani Vater, esto se debe a que «hemos perdido la autoestima y el reconocimiento de lo nuestro; y nos han hecho creer que solamente la forma de vivir y de pensar de "los otros" es el modelo a seguir. Para reconocernos diferentes a "los otros", "nosotros" tenemos que reconocernos "quienes y como somos" y reivindicarnos como tales. En otras palabras, tenemos que recuperar la autoestima y el reconocimiento de lo nuestro como algo muy valioso y a partir de ello exigir el respeto a nuestras maneras de ser y también respetar las maneras distintas de ser de los demás.»[7]. Para recuperar esta autoestima es necesario que la educación adquiera un papel principal como motor de esta restauración de lo autóctono.
En el éxito cinematográfico “Asu mare”, el persona e de Carlos “Cachín” Alcántara intenta adaptarse a una ciudad globalizada y alcanzar la tan añorada fama cambiando su forma de ser para buscar parecerse más al “surfer gringo limeño”: un proceso similar (aunque no tan exagerado) al que sufre Roberto en el cuento de Ribeyro. Sin embargo, al igual que con el zambo, estos cambios no ayudan al personaje de la película a ser famoso, sino que por el contrario lo lleva a fracasar y caer en un abismo de drogas y dolor. El momento en el cual, Alcántara empieza a triunfar es cuando él acepta su diversidad. Cachín comprende que él es diferente a todos los demás, comprende que no puede ser gringo, pues es limeño. Comprende que no puede ser zambo, porque es limeño. Comprende que no puede ser charapa, porque es limeño. Él se da cuenta que en esa variedad que existe dentro del Perú está uno de sus mayores atractivos, entonces deja de intentar enterrar quien es y se muestra al mundo como es: un peruano, una mezcla “chusca” de todas las razas que, sin embargo, no la hace menos que una raza pura (si es que en el mundo de ahora aún existe alguna). Y es más, en esta mezcolanza es donde se puede encontrar la fuerza del peruano. En el momento en que Carlos acepta que es diferente, las cosas empiezan a pintarle mejor.
La mayoría de los peruanos no obtienen una epifanía mientras observan una nariz roja, por lo que necesitan un poco más de ayuda para redescubrir y aceptar esta variedad. Este apoyo deben encontrarlo en la escuela, la cual debe convertirse en un centro productor de cultura y de identidad cultural. Desde la educación inicial, se les debe enseñar a los niños que a lo largo de su vida se encontrarán con gente con rasgos diferentes a ellos y que la presencia de alguno de ellos no los hace mejor ni peor que ningún otro. Debe enseñárseles, también, que sí: somos de un país conquistado torpemente, un país que ha perdido todas las guerras en las que ha participado y que sí, somos un país muy atrasado respecto a otros, hoy en día; pero que todo esto no ha impedido a innumerables peruanos triunfar a nivel interno y a nivel internacional. Además, hacer hincapié en que triunfaron sin necesidad de esconder que provenían de un país donde se come cuy y chacta coca, sino que, por el contrario, se enorgullecieron de eso y lo usaron para salir adelante. Hacerles olvidar, a los niños, el derrotismo peruano; que entiendan que si una persona de un color más claro te ganó a la chica o te ganó el puesto de trabajo, no fue por el color de su piel, sino que él estaba más preparado para el trabajo o se esforzó más para conquistar a la chica. Que no sean Robertos López que a la primera derrota, decidan olvidar quienes son y quieran convertirse en alguien más, sino que la próxima vez venzan sin importar el color de la piel de su contrincante. La escuela no solo debe formar a un niño en matemáticas, ciencias y moral, sino, también, debe ayudarlo a formar su identidad cultural.
Felizmente, la educación estatal en Perú está muy difundida. Se apoya a los pueblos indígenas con cátedras en sus idiomas nativos por lo que es muy accesible para ellos participar de estas clases. La inclusividad de la educación en el Perú no está puesta en duda, es su calidad y los objetivos que persigue la que debería mejorar, así se evitarían más personas que « a pesar de ser zambo y de llamarse López, quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia.»[8]


Bibliografía

-CHUQIMAMANI Vater, Nonato Rufino. “El problema de la identidad, problema de la interculturalidad». http://interculturalidad.org/numero04/docs/0206-Problema_de_identidad,_problema_de_Interculturalidad-Chuquimamani,Nonato.pdf

-MARIÁTEGUI, José Carlos. “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana”. Lima.



-SALAZAR  Tetzagüic, Manuel de Jesús. “Multiculturalidad e intercambio en el ámbito educativo: Experiencias de países latinoamericanos” San José, C.R.

-VENEZIANA, Marcia. “La vestimenta como emergente cultural. De la era industrial a la era del conocimiento” http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/publicacionesdc/vista/detalle_articulo.php?id_articulo=5815&id_libro=15



[1] “Alienación” Julio Ramón Ribeyro. Pág. 3. http://es.scribd.com/doc/6474875/Alienacion-Julio-Ramon-Ribeyro
[2] El resaltado es propio
[3] “La vestimenta como emergente cultural. De la era industrial a la era del conocimiento”. Marcia Veneziani. Italia. Pág. 1
[4] “Multiculturalidad e intercambio en el ámbito educativo: Experiencias de países latinoamericanos” Manuel de Jesús Salazar Tetzagüic. San José, C.R. Pág. 15
[5] “Alienación” Julio Ramón Ribeyro. Pág. 4. http://es.scribd.com/doc/6474875/Alienacion-Julio-Ramon-Ribeyro
[6]  “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana” José Carlos Mariátegui. Lima. Pág. 15.
[7] “El problema de la identidad, problema de la interculturalidad» Nonato Rufino Chuquimamani Vater. http://interculturalidad.org/numero04/docs/0206-Problema_de_identidad,_problema_de_Interculturalidad-Chuquimamani,Nonato.pdf
[8] “Alienación” Julio Ramón Ribeyro. Pág. 1. http://es.scribd.com/doc/6474875/Alienacion-Julio-Ramon-Ribeyro

miércoles, 24 de julio de 2013

Invitaciones literarias: No me esperen en Abril - Alfredo Bryce Echenique

Tiempo de lectura: dos semanas                         Nota escrita tres días después de terminar el libro

Una peculiaridad que siempre me ha ocurrido cuando me ha tocado leer a Bryce (excepto en Un mundo para Julius que es una obra maestra de cabo a rabo) es el superar las primeras páginas. Leer el estilo que impone el limeño en sus novelas puede ser chocante: encontrarse con oraciones larguísimas con un lenguaje muchas veces extremadamente coloquial y que parecen no estar diciendo nada puede sorprender al novel lector. Sin embargo, una vez que se supera esta pequeña valla y uno va comprendiendo la profundidad de las anécdotas narradas es imposible dejar la lectura sin sentir un pesar por ello. Se vuelve vital saber lo que va a suceder con la supervivencia de Martín Romaña en Europa, como va a terminar la fortuna de los De Ontañeda y Tristán y, en este caso, lo que sucederá con el amor entre Manongo Sterne y Tere Mancini.
No me esperes en abril es la historia de la vida de Manongo Sterne de Tovar y de Teresa, un personaje que se nos presenta en su niñez y al que acompañamos durante los cambios no solo de su vida y de sus relaciones personales, sino que también, a través de él, podemos ver los cambios que sufre la sociedad aristócrata limeña. La Lima en la que Manongo se desenvuelve de niño es muy diferente a la Lima de la cual el huye en su adultez. Ya no hay más Country club en el cual reunirse con los amigos del barrio Marconi ni en el cual ir conociendo las fauces de su único amor, Tere Mancini. Ya no puede acercarse a unos niños que juegan cerca de una acequia y regalarles un juego de yas ni tampoco puede encontrar a dos cuadras de su casa (San Isidro) el corralón donde vive su mejor amigo de la infancia, Adán Quispe. Ya no hay nada más de eso en la Lima a la cual llegaba ocasionalmente y siempre por alguna invitación a algún evento de magna importancia Manongo Sterne en su adultez. El Manongo adulto es muy diferente al Manongo joven. El adulto ha perdido la facilidad para alegrarse que nunca dejó de acompañar a su yo joven sin importar nada, aun cuando lo expulsaron del colegio y lo avergonzaron frente a toda la sociedad y ni aun cuando Tere Mancini lo engañó. Pero sí existió un hecho del cual no pudo recuperarse Manongo Sterne y ese es la pérdida de su mejor amigo, Adán Quispe quien motivado por su habilidad para las peleas decide viajar a Estados Unidos de Norteamérica para encontrar la gloria allí; sin embargo, ya nos advierte Tere que lo único que encontrará Adán en su odisea es el sufrimiento y la desaparición. Manongo nunca deja de buscar a Adán, al único amigo que tuvo durante la época en que los únicos momentos de tranquilidad –ni siquiera de felicidad- los encontraba ingresando al cine cuando ya las luces estaban apagadas para ver “Historia de tres amores”, la película de James Mason y para tratar de absorber un poco de ese amor suicida que la bailarina le brindaba al personaje de Mason.
No me esperes en Abril no es solo una historia sobre el amor de Tere y Manongo (donde, sin embargo, se pueden encontrar las mejores páginas del libro) o sobre la amistad que surge entre Manongo y los del barrio Marconi o luego con los compañeros que encuentra en el colegio Saint Paul. Es una historia sobre el tiempo y como este va afectando cada una de las relaciones que una persona va generando a lo largo de su vida: los amigos del barrio Marconi son reemplazados por los del colegio y a la mitad de la obra ya no oímos mención de los primeros; sin embargo, también se nos muestra que algunas relaciones se mantienen a pesar del tiempo: en el amor por Tere nunca declina por parte de Manongo porque es trascendental, palabra clave que no solo describe el cariño de ambos, sino la concepción misma de la obra y, probablemente, de la vida. Pasan muchas cosas desde que comenzamos a leer la obra, muchas cosas que parecen sumamente importantes para Monongo, pero que con el transcurrir del tiempo –y de las hojas- van perdiendo relevancia (el incidente en el colegio, por ejemplo); y, sin embargo, existen otras que sin importar el paso de las hojas, una vez que ingresan a la obra no pierden relevancia dentro de ella (el amor de Tere y Manongo con sus idas y venidas). En esto reside la importancia de este amor, no tanto en el sentimiento mismo, sino en la trascendencia que tiene en la vida de ambos, más en Manongo porque en él SÍ era además y todavía.


Recomendable: Nadie se arrepentirá de haber terminado de leerlo, aunque probablemente algunos no soporten las primeras hojas por lo que lo recomiendo al lector que ya tenga experiencia con Bryce, probablemente sea mejor comenzar con el Huerto de mi amada o con la última Dándole pena a la tristeza (Un mundo para Julius no lo menciono –aunque ahora lo estoy haciendo-, porque es parada obligatoria para cualquier amante de la lectura). Un dato adicional: es mejor leerlo estando enamorado o estando desilusionado.

domingo, 21 de julio de 2013

Revisión de la definición de la “persona jurídica”



Dentro del primer libro (el llamado libro del derecho de las personas) perteneciente al Código civil peruano de 1984 se pueden encontrar diferentes artículos que regulan la creación, institución y vida de las denominadas personas jurídicas. Es así que desde la Sección segunda, Tercera y Cuarta hasta el final del libro aparecen 64 artículos ocupados únicamente de este suceso y de las particularidades que cada una de las tres personas jurídicas reconocidas por este código (la fundación, la asociación y el comité ) posee.
Lo que nos presenta la Sección segunda dentro del Título I son las disposiciones generales que toda persona jurídica debe seguir, desde la sujeción que tienen todas las personas jurídicas de lo dispuesto en el presente código (Art. 76), el momento del nacimiento de la persona jurídica (Art. 77), la responsabilidad limitada de sus miembros (Art. 78) y la obligación de señalar un representante para la persona jurídica que pertenezca a otra persona jurídica (Art. 79). Los posteriores artículos se encargan de las particularidades que poseen cada uno de los tipos de personas jurídicas aprobadas por este código. Lo que no podemos encontrar en este código –y tampoco debemos buscarlo aquí- es la definición de lo que es una persona jurídica; para encontrar esto debemos recurrir a la doctrina y a diferentes estudios realizados.
El peruano Carlos Fernández Sessarego es muy probablemente uno de los estudiosos nacionales que más se ha preocupado en la cuestión de la persona dentro de la normatividad peruana y dentro de estos le ha dedicado muchas palabras a la cuestión de la persona jurídica. Según Sessarego, la palabra “persona jurídica” «no conduce a ningún ente o cosa u organismo alguno, a ningún ente real o abstracto, sino solo a una organización de personas que realiza fines valiosos»[1]. La persona jurídica no es una institución nueva ni un ente o un fantasma, sino que es, por el contrario, una ficción. Una argucia jurídica que busca simplificar la realización de un fin afín a un grupo de personas al reducir a todas estas a la unidad al imponer un foco ideal de imputación de situaciones jurídicas (derechos y deberes), pero sin olvidar que está formado por personas; de esta manera se evita el engorroso trabajo de señalar estos derechos y deberes a cada uno de los miembros de la organización. El error común en el que uno cae al hablar de las personas jurídicas es intentar darle una existencia totalmente ajena a la de sus miembros cuando esta separación de los miembros formantes es solo del tipo formal; aun cuando el artículo 78 del Código civil (“La persona jurídica tiene existencia distinta de sus miembros y ninguno de éstos ni todos ellos tienen derecho al patrimonio de ella ni están obligados a satisfacer sus deudas”) puede inducirnos a pensar otra cosa. Este artículo ha sido víctima de severas críticas, porque era principalmente en el que se amparaban las personas que utilizaban la figura de la persona jurídica para incurrir en delitos aprovechándose de la responsabilidad limitada con la que se blinda a los miembros de cada persona jurídica.  Hemos de recordar que toda persona jurídica se forma para seguir un fin y este fin, obviamente, debe ser legal. Es así que una asociación alude a una organización de personas naturales o jurídicas que realizan una actividad común; una fundación, a una organización de personas que administra un conjunto de bienes afectados para la realización de un objetivo de interés social; el comité, a un conjunto de personas que reciben aportes públicos y a las comunidades campesinas y nativas a la organización de personas estables, naturales y tradicionales. Cuando los fines para los cuales se forman no son lícitos y se utiliza de forma indebida los beneficios que otorga dicha personalidad en provecho de alguno o algunos de sus miembros en perjuicio de los demás miembros de esta o de terceros se incurre en el llamado “abuso de la persona jurídica”: un problema que atacó a la normatividad cuando el dogmatismo imperante de imaginar a la persona jurídica como un ente fantasmal o imaginario –sumado al obtuso contenido de la normativa- permitieron esta situación. Felizmente para la preservación de la justicia, la dogmática fue cambiando y fue el país de Estados Unidos de Norte América los primeros en impulsar la técnica de “discurrir el velo en las personas jurídicas”; la cual consiste en que cuando una persona jurídica realice un acto ilícito, los jueces podrán violentar la forma ideal de la persona jurídica para sancionar penalmente a los miembros culpables del delito.
Al ser la persona jurídica una argucia jurídica y pertenecer al derecho se encuentra también ligado a la doctrina total del mismo, es decir, al tener el derecho un aspecto tridimensional (teoría de Reale) debemos encontrar la misma tridimensionalidad en la persona jurídica. Es      así que la   “persona jurídica” posee una dimensión normativa (dentro de los textos jurídicos se encuentra retratada), una dimensión axiológica (la persona jurídica se crea con un fin altruista de por medio) y una dimensión social (la persona jurídica no es más que un conjunto de personas) y no solo una dimensión normativa como bien nos podría inducir la teoría kelseniana. Por último podemos concluir que sin desprenderse totalmente de sus miembros, la persona jurídica es un atajo para facilitar la operatividad del conjunto de personas que persiguen un fin permitiendo la imputación de deberes y derechos.




[1] SESSAREGO, Carlos Fernando. “Derecho de las personas. Exposición de motivos y comentarios al libro primero del código civil peruano” Lima-Perú 1992. Pág. 153. 

viernes, 19 de julio de 2013

La sexualidad como relación entre Lied I y Lied IV en Simbólicas



Sobre la vida de Eguren y su obra

José María Eguren fue mucho más que un poeta: fue un precursor. Sí; ese muchachito endeble y enfermizo nacido en la cuna pobre de Lima fue el iniciador del primer movimiento literario totalmente original de América latina: el post-modernismo. Sí; aquél joven que –obligado por su facilidad a contraer enfermedades respiratorias - tuvo que pasar largas temporadas alejado de la ciudad, recluido en la hacienda familiar “Chuquitanta”, experimentó a flor de piel la naturaleza, y fue influenciado por la pluma violenta y las ideas de Gonzales Prada, personaje que le presentaría a los poetas que Eguren admiraría, tales como: Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud y Mirbeau (poetas franceses, lejanos de la ya decadente literatura hispana. Influencias exóticas que repercutirían en el quehacer literario de Eguren). Sí; aquel joven que pasó a residir en el costeño distrito de Barranco para precaver sus males fue maestro de otros grandes poetas, tales como: Alberto Hidalgo (Química del espíritu), Juan Parra del Riego (Himnos del cielo y de los ferrocarriles), Alejandro Peralta (Ande) y Carlos Oquendo de Amat (5 metros de poemas) y participe activo del grupo «Colónida», liderado por Abraham Valdelomar quien –en cierta medida- también fue influenciado por Eguren. Sí; aquel poeta que debutó en las liberarías peruanas con Simbólicas (libro inicial desde el que se distancia de los cánones imperantes de la época. Libro que debe ser leído con unas lentillas nuevas contrarias al romanticismo español y que tiene un sentido lúdico; además de embelesar con sus imágenes, ritmos y exotismos. Libro que dice más con menos palabras. Libro que no muestra, sino que sugiere. Libro que muestra el matiz, mas no el color.), publicado el año de 1911, y que fue ignorado por la élite de la crítica peruana de la época (entiéndase, aquí, los apellidos de Riva-Agüero y García-Calderón) que no pudieron –o no quisieron darse el trabajo de- entenderlo. Sí; el poeta que se separó aún más de la tradición con su segundo libro, publicado en 1916, La canción de las figuras (Poemas que se liberan de la anécdota que venía apretándolos fuertemente desde el modernismo. Poemas que muestran un lenguaje incierto, un lenguaje alejado, un lenguaje que sugiere…que muestra el perfume de las cosas. Poemas que responden a las vibraciones sonoras, al rumor misterioso de las palabras y se aleja de su significado lexical. Poemas que son música) y que fue nombrado por algunos como “Eguren, el oscuro” y nombrado por otros –con vista más amplia; con mente menos estrecha- “Eguren; claro y sencillo”. Sí, Eguren que fue elogiado hasta la saciedad por su amigo José Carlos Mariátegui que le dedicó algunos párrafos en Siete ensayos de la interpretación peruana y que publicó uno de sus libros, en el año de 1919, Sombras (El último libro importante de la carrera poética de Eguren. Un libro en el cual se muestra como un poeta nocturno –“Nocturno. No oscuro”- que huye, aterrorizado, de la luz del mediodía. Libro en el que se siente el misterio, la ambigüedad y el secreto. Libro en el que se celebra –en una fiesta de sonidos sin igual- el lenguaje.) y que tuvo que soportar el abandono al que lo llevó la irrupción de un poeta trujillano –que alguna vez intercambio correspondencia con Eguren en busca de consejo- que rompía con el lenguaje y terminaba por elevar el post modernismo a canon. Sí; ese fue Eguren: un poeta, un escritor, un crítico musical, un fotógrafo, un pintor, ¡un artista!... y sobre él y su obra poética versa el siguiente ensayo.

Introducción
Se advierte al lector que el presente ensayo se limitará a mostrar una interpretación del significado que nos presentan estos poemas, dejando de lado otros tópicos como métrica o rítmica –no por considerarlos poco importantes, sino porque estos últimos no aportaran mucho para demostrar la cuestión del autor.
Lied es una palabra germana que hace referencia a una canción lirica breve propia de Alemania, Austria y cualquier otro país donde se hable el alemán. La letra de estas canciones son poemas a los cuales se les ha puesto música. Autores como Beethoven, Mozart o Schuber se inspiraban en poetas de la talla de Goethe y Heine.
En la obra poética de Eguren se pueden contar nueve “lieds” (Lied I, Lied II, Lied III y Lied IV en Simbólicas; Lied V en La canción de las figuras; y Lied VI, Lied VII, Lied VIII y Lied IX en Sombras) [1] lo que demuestra que Eguren tuvo muy presente este término durante mucho tiempo.
Si uno lee los libros –y con ellos los “lieds”- no centrará su atención en estos poemas ya que (con excepción de Lied I) estos no parecen tener ninguna relación ni generan ningún encantamiento en el lector (además que son opacados por mejores poemas que demuestran mucho mejor la capacidad creativa del autor). Sin embargo, si uno centra su atención en estas composiciones en particular descubrirá que todas ellas están íntimamente ligadas. Todas tienen el mismo tema central: la muerte. En Lied VI, por ejemplo, se menciona que  «-Murió en la mañana / la virgen Sol»[2] y en Lied II, «Hoy la mística blancura ha muerto / con toda la tristeza del mar»[3]. Invito a revisar los “lieds” y el lector podrá comprobar esto.
 No parece haber mucho más que mencionar respecto a estos poemas, sin embargo sí lo hay. Ocurre algo particular con los “lieds” que aparecen en Simbólicas: estos –además de la relación ya mencionada- tienen otra relación. Específicamente, entre, Lied II y Lied III (donde el escenario marino y los bajales se repiten); y entre Lied I y Lied IV.
La relación entre estos dos últimos es más profunda que en la de los primeros. Una lectura detenida nos presenta ciertos matices sexuales presentes en ambos poemas. ¿Dónde se encuentran estos matices sexuales? ¿Son suficientes para hablar de una relación entre los poemas? ¿La posición de los poemas en el libro –el inicio y el final- implica algo? Estas son las principales cuestiones que el presente ensayo busca responder.

La sexualidad escondida en olmos, rosas y floretes.
Lied I[4] consta de seis estrofas que se pueden dividir en dos: las cuatro primeros donde la acción se representa en un tiempo pasado («Era el alba») y las dos últimas, en un tiempo presente («Es el alba»).
El primer verso nos ubica en el primer espacio temporal: el alba pasada. El alba como la noche (en Simbólicas) nos advierte que estamos ad portas de ingresar al mundo onírico de Eguren; es así que aparece sangre en un olmo. Sangre que exhala tristísima luz.
Esta sangre triste en el olmo no es más que la representación de una erección no completada. El olmo sería, en esta interpretación, el pene; como la sangre exhala tristísima luz nos informa que la erección (para completar una erección se necesita el flujo de sangre) no ha sido completada o no ha podido ser mantenida.  
La segunda estrofa nos confirma nuestras sospechas al mencionarnos que «Los amores / de la chinesca tarde fenecieron»; esto quiere decir que la copulación tuvo que ser detenida o fue impedida. Esta estrofa también nos indica que existe un segundo elemento en este acto.
Este segundo elemento aparece poco después bajo la forma de «Vagas rosas» quienes deben ser la representación de la mujer. Esta mujer está inconforme, pero lo oculta en «ensueño blanquecino». La pareja está incómoda: no ha podido completar el acto.
La quinta estrofa nos ubica en el segundo espacio temporal: el alba presente. Nuevamente, aparece el olmo (el artículo determinativo nos indica que es el mismo olmo del primer verso) y la sangre. Pero esta vez la sangre ya no es más triste, por el contrario, ahora es «…una sangre bermeja». El bermejo es el color rojo de la sangre; color que -según Estuardo Nuñez- «simboliza la fuerza, la inquietud y el poder»[5]. Esta cromatización de la sangre nos indica que esta vez la erección sí se ha realizado o sí se ha podido mantener; y no solo eso, sino que esta es una poderosa muestra de virilidad. El «rencor doliente en el jardín» nos informa de la actitud de los dos amantes (el jardín) respecto a este acontecimiento: están muy ansiosos de completar el acto.
La sexta estrofa es la más –por decirlo de alguna manera- explícita de todos. El acto ha llegado a su fin y la satisfacción ha sido tan grande que no solo los amantes han dado muestra de ellos, sino que el bosque entero ha gemido: los amantes están complacidos, sin embargo la abrupta aparición de «rostros desconocidos / que contemplan al árbol morir» nos deja un sinsabor en la boca.

Lied IV consta de cuatro estrofas que se pueden dividir en dos partes: las tres primeras que tienen un ambiente siniestro e intranquilo y la última que presenta, por el contrario, un ambiente tranquilo y apacible.
En el poema, la acción ocurre –en su totalidad- en la noche. Este espacio temporal se nos es precisado en el primer verso del poema («La noche pasaba»). Además, en la primera estrofa, se nos presenta una figura literaria que se repetirá en la segunda estrofa («La muda palabra»): el oximorón. Esta aparece cuando se menciona que unos ojos «reían la tristeza». El dueño de estos ojos se mostrará más adelante.
En la segunda estrofa se nos presenta un escenario: «una mansión culpable». La palabra “mansión” nos lleva a pensar en un lugar agradable donde todas las necesidades de sus habitantes son satisfechas sin ningún inconveniente. Dentro de esta mansión se ha perpetrado un crimen y dado que la “mansión” es culpable quiere decir que el crimen es reconocido por los habitantes del lugar.
Habrá que prestar especial atención al sexto verso del poema ya que en él reside la clave para empezar a entenderlo: «como del Dios antiguo la sentencia». Este Dios no es otro que el Dios cristiano y, específicamente, el Dios cristiano del antiguo testamento. La sentencia a la cual se hace alusión es el arrojo de Adán y Eva del Jardín del Éden. Recordemos que –según la tradición cristiana- Adán y Eva fueron expulsados del Jardín porque probaron el fruto prohibido y, al hacerlo, perdieron su estado de perfecta inocencia. El jardín es la mansión. La inocencia es la virginidad perdida y el crimen por el que se siente culpable la “mansión” es que hubo sexo entre sus habitantes. En este punto, solo nos falta encontrar a nuestro Adán y a nuestra Eva.
La tercera estrofa nos confirma la gravedad de la falta al adjetivizarla como «funesta». Esta falta es descubierta por unos canes. El can puede ser una clara referencia al Diablo (lo cual refuerza mucho nuestra elección del Dios cristiano como “Dios antiguo” dentro del poema) o también puede reflejar una escena de caza como nos dice Cecilia Moreano: «Quienes develan la falta son los “canes”; Eguren inserta así el mundo de la caza, presente también en otros poemas de Simbólicas: la misión de los perros no es capturar a la presa, sino ubicarla por el olfato e indicar su localización al cazador»[6]. Lamentablemente para los canes y sus dueños, ya no pueden buscar más que «la sombra de la muerta».
En la cuarta estrofa, por fin, se conocen a los “protagonistas” del poema: una «bella» y un «florete». Esta presenta, además, el contraste señalado más arriba. La culpa, los canes y el castigo parecen haber desaparecido ya que ahora la «bella» canta y el «florete» duerme. Pero, además, el florete tiene sangre; parece que este es el único en quien recae –en esta última estrofa- toda la culpa vertida en las tres estrofas anteriores. Al parecer la sangre proviene de la bella. Al momento de quitarle la virginidad («sangrando la piedad de la inocencia») a la «bella»; esta sangró, quizá, por la rotura del himen. Por ello, esta sangre no sería más que la confirmación del acto sexual ocurrido. 

Entre los dos poemas hay muchas imágenes que se repiten. En primer lugar, esta la sangre como necesidad para realizar el acto sexual (en Lied IV, la aparición de la sangre confirma el hecho). En segundo lugar, la dificultad que existe en ambos poemas para que los “protagonistas” disfruten el acto sexual (en ambos poemas, solo en las últimas estrofas los amantes se encuentran satisfechos y tranquilos). Otra similitud reside en la consecuencia que tiene el finalizar el acto sexual para los representantes fálicos, ya que ambos quedan completamente pasivos (el olmo se muere y el florete, duerme). Por último, la ubicación de los poemas dentro del libro no puede ser gratuita[7] y no lo es. En Lied I, las acciones transcurren en el alba; mientras que en Lied IV, las acciones transcurren en la noche.  Este acomodamiento de los tiempos del día nos da la sensación que Eguren quiso comenzar y terminar su primer poemario con los momentos del día que él consideraba los más mágicos y, por ello, los más adecuados para practicar su poesía: la mañana y la noche.

Conclusión
La relación entre Lied I y Lied IV  no está condicionada a compartir el nombre; va mucho más allá, y –aunque todos los “lieds” están relacionados entre ellos- la relación entre el primero y el cuarto es la más fuerte de entre todos. Lied I perdería mucho sin la presencia de Lied IV; y viceversa.
La poesía de Eguren no es limitada a los temas, las figuras o los ritmos –aunque su habilidad para tratar estos tópicos puede terminar por ser los únicos en los que se fije el lector-, sino que también está extendida a la posición de los poemas dentro del libro.  

 Bibliografía:
 - MOREANO, Cecilia. Notas en torno al Lied IV de José María Eguren. En Lienzo N 20. Lima, 1999.

- NUÑEZ, Estuardo.  José María Eguren: vida y obra. s/e. Lima: 1964.
- SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Obras completas / José María Eguren.  Banco de crédito del Perú. Lima, Perú: 2011.

    




[1]SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Obras completas / José María Eguren.  Banco de crédito del Perú. Lima, Perú: 2011, pág. 96.
[2]  SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Obras completas / José María Eguren.  Banco de crédito del Perú. Lima, Perú: 2011, pág. 96.
[3] Ibídem, pág. 22.
[4] Ibídem, pág. 9.
[5]  NUÑEZ, Estuardo.  José María Eguren: vida y obra. s/e. Lima: 1964, pág. 63.
[6]  MOREANO, Cecilia. Notas en torno al Lied IV de José María Eguren. En Lienzo N 20. Lima, 1999.
[7] En la edición de 1911, la ubicación de los poemas es Lied I como poema inicial y Lied IV como poema final. Posición apreciada personalmente por el autor del ensayo gracias a un original que posee la biblioteca de la Pontificia Universidad Católica del Perú.