viernes, 19 de julio de 2013

La sexualidad como relación entre Lied I y Lied IV en Simbólicas



Sobre la vida de Eguren y su obra

José María Eguren fue mucho más que un poeta: fue un precursor. Sí; ese muchachito endeble y enfermizo nacido en la cuna pobre de Lima fue el iniciador del primer movimiento literario totalmente original de América latina: el post-modernismo. Sí; aquél joven que –obligado por su facilidad a contraer enfermedades respiratorias - tuvo que pasar largas temporadas alejado de la ciudad, recluido en la hacienda familiar “Chuquitanta”, experimentó a flor de piel la naturaleza, y fue influenciado por la pluma violenta y las ideas de Gonzales Prada, personaje que le presentaría a los poetas que Eguren admiraría, tales como: Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud y Mirbeau (poetas franceses, lejanos de la ya decadente literatura hispana. Influencias exóticas que repercutirían en el quehacer literario de Eguren). Sí; aquel joven que pasó a residir en el costeño distrito de Barranco para precaver sus males fue maestro de otros grandes poetas, tales como: Alberto Hidalgo (Química del espíritu), Juan Parra del Riego (Himnos del cielo y de los ferrocarriles), Alejandro Peralta (Ande) y Carlos Oquendo de Amat (5 metros de poemas) y participe activo del grupo «Colónida», liderado por Abraham Valdelomar quien –en cierta medida- también fue influenciado por Eguren. Sí; aquel poeta que debutó en las liberarías peruanas con Simbólicas (libro inicial desde el que se distancia de los cánones imperantes de la época. Libro que debe ser leído con unas lentillas nuevas contrarias al romanticismo español y que tiene un sentido lúdico; además de embelesar con sus imágenes, ritmos y exotismos. Libro que dice más con menos palabras. Libro que no muestra, sino que sugiere. Libro que muestra el matiz, mas no el color.), publicado el año de 1911, y que fue ignorado por la élite de la crítica peruana de la época (entiéndase, aquí, los apellidos de Riva-Agüero y García-Calderón) que no pudieron –o no quisieron darse el trabajo de- entenderlo. Sí; el poeta que se separó aún más de la tradición con su segundo libro, publicado en 1916, La canción de las figuras (Poemas que se liberan de la anécdota que venía apretándolos fuertemente desde el modernismo. Poemas que muestran un lenguaje incierto, un lenguaje alejado, un lenguaje que sugiere…que muestra el perfume de las cosas. Poemas que responden a las vibraciones sonoras, al rumor misterioso de las palabras y se aleja de su significado lexical. Poemas que son música) y que fue nombrado por algunos como “Eguren, el oscuro” y nombrado por otros –con vista más amplia; con mente menos estrecha- “Eguren; claro y sencillo”. Sí, Eguren que fue elogiado hasta la saciedad por su amigo José Carlos Mariátegui que le dedicó algunos párrafos en Siete ensayos de la interpretación peruana y que publicó uno de sus libros, en el año de 1919, Sombras (El último libro importante de la carrera poética de Eguren. Un libro en el cual se muestra como un poeta nocturno –“Nocturno. No oscuro”- que huye, aterrorizado, de la luz del mediodía. Libro en el que se siente el misterio, la ambigüedad y el secreto. Libro en el que se celebra –en una fiesta de sonidos sin igual- el lenguaje.) y que tuvo que soportar el abandono al que lo llevó la irrupción de un poeta trujillano –que alguna vez intercambio correspondencia con Eguren en busca de consejo- que rompía con el lenguaje y terminaba por elevar el post modernismo a canon. Sí; ese fue Eguren: un poeta, un escritor, un crítico musical, un fotógrafo, un pintor, ¡un artista!... y sobre él y su obra poética versa el siguiente ensayo.

Introducción
Se advierte al lector que el presente ensayo se limitará a mostrar una interpretación del significado que nos presentan estos poemas, dejando de lado otros tópicos como métrica o rítmica –no por considerarlos poco importantes, sino porque estos últimos no aportaran mucho para demostrar la cuestión del autor.
Lied es una palabra germana que hace referencia a una canción lirica breve propia de Alemania, Austria y cualquier otro país donde se hable el alemán. La letra de estas canciones son poemas a los cuales se les ha puesto música. Autores como Beethoven, Mozart o Schuber se inspiraban en poetas de la talla de Goethe y Heine.
En la obra poética de Eguren se pueden contar nueve “lieds” (Lied I, Lied II, Lied III y Lied IV en Simbólicas; Lied V en La canción de las figuras; y Lied VI, Lied VII, Lied VIII y Lied IX en Sombras) [1] lo que demuestra que Eguren tuvo muy presente este término durante mucho tiempo.
Si uno lee los libros –y con ellos los “lieds”- no centrará su atención en estos poemas ya que (con excepción de Lied I) estos no parecen tener ninguna relación ni generan ningún encantamiento en el lector (además que son opacados por mejores poemas que demuestran mucho mejor la capacidad creativa del autor). Sin embargo, si uno centra su atención en estas composiciones en particular descubrirá que todas ellas están íntimamente ligadas. Todas tienen el mismo tema central: la muerte. En Lied VI, por ejemplo, se menciona que  «-Murió en la mañana / la virgen Sol»[2] y en Lied II, «Hoy la mística blancura ha muerto / con toda la tristeza del mar»[3]. Invito a revisar los “lieds” y el lector podrá comprobar esto.
 No parece haber mucho más que mencionar respecto a estos poemas, sin embargo sí lo hay. Ocurre algo particular con los “lieds” que aparecen en Simbólicas: estos –además de la relación ya mencionada- tienen otra relación. Específicamente, entre, Lied II y Lied III (donde el escenario marino y los bajales se repiten); y entre Lied I y Lied IV.
La relación entre estos dos últimos es más profunda que en la de los primeros. Una lectura detenida nos presenta ciertos matices sexuales presentes en ambos poemas. ¿Dónde se encuentran estos matices sexuales? ¿Son suficientes para hablar de una relación entre los poemas? ¿La posición de los poemas en el libro –el inicio y el final- implica algo? Estas son las principales cuestiones que el presente ensayo busca responder.

La sexualidad escondida en olmos, rosas y floretes.
Lied I[4] consta de seis estrofas que se pueden dividir en dos: las cuatro primeros donde la acción se representa en un tiempo pasado («Era el alba») y las dos últimas, en un tiempo presente («Es el alba»).
El primer verso nos ubica en el primer espacio temporal: el alba pasada. El alba como la noche (en Simbólicas) nos advierte que estamos ad portas de ingresar al mundo onírico de Eguren; es así que aparece sangre en un olmo. Sangre que exhala tristísima luz.
Esta sangre triste en el olmo no es más que la representación de una erección no completada. El olmo sería, en esta interpretación, el pene; como la sangre exhala tristísima luz nos informa que la erección (para completar una erección se necesita el flujo de sangre) no ha sido completada o no ha podido ser mantenida.  
La segunda estrofa nos confirma nuestras sospechas al mencionarnos que «Los amores / de la chinesca tarde fenecieron»; esto quiere decir que la copulación tuvo que ser detenida o fue impedida. Esta estrofa también nos indica que existe un segundo elemento en este acto.
Este segundo elemento aparece poco después bajo la forma de «Vagas rosas» quienes deben ser la representación de la mujer. Esta mujer está inconforme, pero lo oculta en «ensueño blanquecino». La pareja está incómoda: no ha podido completar el acto.
La quinta estrofa nos ubica en el segundo espacio temporal: el alba presente. Nuevamente, aparece el olmo (el artículo determinativo nos indica que es el mismo olmo del primer verso) y la sangre. Pero esta vez la sangre ya no es más triste, por el contrario, ahora es «…una sangre bermeja». El bermejo es el color rojo de la sangre; color que -según Estuardo Nuñez- «simboliza la fuerza, la inquietud y el poder»[5]. Esta cromatización de la sangre nos indica que esta vez la erección sí se ha realizado o sí se ha podido mantener; y no solo eso, sino que esta es una poderosa muestra de virilidad. El «rencor doliente en el jardín» nos informa de la actitud de los dos amantes (el jardín) respecto a este acontecimiento: están muy ansiosos de completar el acto.
La sexta estrofa es la más –por decirlo de alguna manera- explícita de todos. El acto ha llegado a su fin y la satisfacción ha sido tan grande que no solo los amantes han dado muestra de ellos, sino que el bosque entero ha gemido: los amantes están complacidos, sin embargo la abrupta aparición de «rostros desconocidos / que contemplan al árbol morir» nos deja un sinsabor en la boca.

Lied IV consta de cuatro estrofas que se pueden dividir en dos partes: las tres primeras que tienen un ambiente siniestro e intranquilo y la última que presenta, por el contrario, un ambiente tranquilo y apacible.
En el poema, la acción ocurre –en su totalidad- en la noche. Este espacio temporal se nos es precisado en el primer verso del poema («La noche pasaba»). Además, en la primera estrofa, se nos presenta una figura literaria que se repetirá en la segunda estrofa («La muda palabra»): el oximorón. Esta aparece cuando se menciona que unos ojos «reían la tristeza». El dueño de estos ojos se mostrará más adelante.
En la segunda estrofa se nos presenta un escenario: «una mansión culpable». La palabra “mansión” nos lleva a pensar en un lugar agradable donde todas las necesidades de sus habitantes son satisfechas sin ningún inconveniente. Dentro de esta mansión se ha perpetrado un crimen y dado que la “mansión” es culpable quiere decir que el crimen es reconocido por los habitantes del lugar.
Habrá que prestar especial atención al sexto verso del poema ya que en él reside la clave para empezar a entenderlo: «como del Dios antiguo la sentencia». Este Dios no es otro que el Dios cristiano y, específicamente, el Dios cristiano del antiguo testamento. La sentencia a la cual se hace alusión es el arrojo de Adán y Eva del Jardín del Éden. Recordemos que –según la tradición cristiana- Adán y Eva fueron expulsados del Jardín porque probaron el fruto prohibido y, al hacerlo, perdieron su estado de perfecta inocencia. El jardín es la mansión. La inocencia es la virginidad perdida y el crimen por el que se siente culpable la “mansión” es que hubo sexo entre sus habitantes. En este punto, solo nos falta encontrar a nuestro Adán y a nuestra Eva.
La tercera estrofa nos confirma la gravedad de la falta al adjetivizarla como «funesta». Esta falta es descubierta por unos canes. El can puede ser una clara referencia al Diablo (lo cual refuerza mucho nuestra elección del Dios cristiano como “Dios antiguo” dentro del poema) o también puede reflejar una escena de caza como nos dice Cecilia Moreano: «Quienes develan la falta son los “canes”; Eguren inserta así el mundo de la caza, presente también en otros poemas de Simbólicas: la misión de los perros no es capturar a la presa, sino ubicarla por el olfato e indicar su localización al cazador»[6]. Lamentablemente para los canes y sus dueños, ya no pueden buscar más que «la sombra de la muerta».
En la cuarta estrofa, por fin, se conocen a los “protagonistas” del poema: una «bella» y un «florete». Esta presenta, además, el contraste señalado más arriba. La culpa, los canes y el castigo parecen haber desaparecido ya que ahora la «bella» canta y el «florete» duerme. Pero, además, el florete tiene sangre; parece que este es el único en quien recae –en esta última estrofa- toda la culpa vertida en las tres estrofas anteriores. Al parecer la sangre proviene de la bella. Al momento de quitarle la virginidad («sangrando la piedad de la inocencia») a la «bella»; esta sangró, quizá, por la rotura del himen. Por ello, esta sangre no sería más que la confirmación del acto sexual ocurrido. 

Entre los dos poemas hay muchas imágenes que se repiten. En primer lugar, esta la sangre como necesidad para realizar el acto sexual (en Lied IV, la aparición de la sangre confirma el hecho). En segundo lugar, la dificultad que existe en ambos poemas para que los “protagonistas” disfruten el acto sexual (en ambos poemas, solo en las últimas estrofas los amantes se encuentran satisfechos y tranquilos). Otra similitud reside en la consecuencia que tiene el finalizar el acto sexual para los representantes fálicos, ya que ambos quedan completamente pasivos (el olmo se muere y el florete, duerme). Por último, la ubicación de los poemas dentro del libro no puede ser gratuita[7] y no lo es. En Lied I, las acciones transcurren en el alba; mientras que en Lied IV, las acciones transcurren en la noche.  Este acomodamiento de los tiempos del día nos da la sensación que Eguren quiso comenzar y terminar su primer poemario con los momentos del día que él consideraba los más mágicos y, por ello, los más adecuados para practicar su poesía: la mañana y la noche.

Conclusión
La relación entre Lied I y Lied IV  no está condicionada a compartir el nombre; va mucho más allá, y –aunque todos los “lieds” están relacionados entre ellos- la relación entre el primero y el cuarto es la más fuerte de entre todos. Lied I perdería mucho sin la presencia de Lied IV; y viceversa.
La poesía de Eguren no es limitada a los temas, las figuras o los ritmos –aunque su habilidad para tratar estos tópicos puede terminar por ser los únicos en los que se fije el lector-, sino que también está extendida a la posición de los poemas dentro del libro.  

 Bibliografía:
 - MOREANO, Cecilia. Notas en torno al Lied IV de José María Eguren. En Lienzo N 20. Lima, 1999.

- NUÑEZ, Estuardo.  José María Eguren: vida y obra. s/e. Lima: 1964.
- SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Obras completas / José María Eguren.  Banco de crédito del Perú. Lima, Perú: 2011.

    




[1]SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Obras completas / José María Eguren.  Banco de crédito del Perú. Lima, Perú: 2011, pág. 96.
[2]  SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Obras completas / José María Eguren.  Banco de crédito del Perú. Lima, Perú: 2011, pág. 96.
[3] Ibídem, pág. 22.
[4] Ibídem, pág. 9.
[5]  NUÑEZ, Estuardo.  José María Eguren: vida y obra. s/e. Lima: 1964, pág. 63.
[6]  MOREANO, Cecilia. Notas en torno al Lied IV de José María Eguren. En Lienzo N 20. Lima, 1999.
[7] En la edición de 1911, la ubicación de los poemas es Lied I como poema inicial y Lied IV como poema final. Posición apreciada personalmente por el autor del ensayo gracias a un original que posee la biblioteca de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

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